Como ya os hemos informado el Colegio está participando en el proyecto de Educación Responsable de la Fundación Botín, que durará tres años, y durante los cuales los profesores recibiremos formación sobre el desarrollo emocional, social y creativo. Se trata de potenciar el desarrollo integral del alumno/a, fortalecer el vínculo docente con los alumnos/as, favorecer el bienestar y cuidado del profesor y promover la mejora del clima de convivencia en la comunidad educativa. Promover y formar en este tipo de cuestiones, según distintas investigaciones longitudinales de algunas Universidades, contribuye a mejorar el clima escolar, la salud y el rendimiento académico de los alumnos/as. Las personas que hemos participado desde el mes de septiembre en el curso de formación estamos ilusionados porque nos ayuda a mejorar en el día a día, ampliar nuestra mirada y nuestra capacitación profesional, así como brindarnos la oportunidad de ACOMPAÑAR mejor a nuestros alumnos/as, ofreciéndoles las mejores herramientas para que puedan sentirse más autorrealizados en su trayectoria vital.
Si miramos a nuestro alrededor, en la sociedad, en la política, en los medios de comunicación, las redes sociales, el fútbol, en los barrios, las comunidades de vecinos, en los trabajos, etc., podemos percibir cierta crispación, falta de autocontrol, una latente agresividad en las declaraciones de nuestros representantes, un auge de nacionalismos reduccionistas, casos de corrupción en distintas instancias, etc. Parece que nos olvidamos de los principios universales, de la ética, del valor de pedir perdón y aprender de los errores, de respetar las diferencias, respetando otras percepciones u otras formas de sentir y pensar. ¿Dónde se quedó el sentido común que permitió construir puentes, pactos y acuerdos? El liderazgo en las organizaciones quizás debería construirse con dotes de negociación, con empatía y mirando al bien común frente al bien individual. Me pregunto: ¿estamos a tiempo para educar en valores y buenas actitudes desde la familia y la escuela? Creo que ¡SÍ!
A nivel mundial hemos avanzado, respecto al siglo XX, en el reconocimiento de derechos humanos y libertades a pesar de los últimos conflictos tan dolorosos en países cercanos. Por ejemplo, en el ámbito de la educación, echando la mirada atrás, en las últimas décadas hemos comprendido la necesidad de atender lo mejor posible la diversidad, superando los modelos pedagógicos postindustriales que todavía persisten y que indirectamente han buscado una homogeneidad con una digitalización más exclusiva que inclusiva, conducida por un mercado y por las modas más que por evidencias científicas de la neurociencia. Los tiempos que corren nos exigen ampliar nuestra mirada, personalizar la enseñanza y reconocer que cada alumno tiene unas necesidades y un talento a desarrollar. Otro progreso en nuestro contexto sería el avance en el aprendizaje de los idiomas, tanto a nivel oral como escrito, lo que implica la posibilidad de que un número significativo de los alumnos/as sean capaces de obtener el diploma dual americano, estudiar sus grados universitarios en inglés e incluso hacer postgrados fuera de España.
Si estamos en un contexto de cambio e incertidumbre constante, ¿no deberíamos desde la familia y la escuela avanzar en la enseñanza del alfabeto emocional? La ciencia actual nos demuestra que la autorrealización y la felicidad dependen más de la inteligencia emocional de las personas que de su inteligencia aptitudinal. Por tal motivo, las personas necesitan construirse desde unos pilares sólidos como son las familias, las escuelas y los amigos, desde donde se construyen los afectos y se descubren esos límites que dan seguridad y autocontrol.
La comunicación, el reconocimiento y la gestión de nuestras emociones son habilidades fundamentales para la salud y el bienestar personal y colectivo. Desde la familia se pueden hacer muchas cosas: contribuir a fomentar un ambiente donde todos sus miembros se sientan libres para expresar emociones y sentimientos sin miedo a ser juzgados. Se pueden practicar rituales de gratitud dentro de ella: contar algo por lo que estemos agradecidos a los demás; dar las gracias en diferentes contextos; acompañar en situaciones de bloqueo sin juzgar; establecer entre todos unas rutinas diarias y normas de convivencia para generar seguridad y escribirlas en un lugar visible; hablar de las emociones y sentimientos que experimentan los personajes de un cuento o una peli; introducir un sencillo alfabeto emocional donde cada letra representa una emoción o crear nuestras propias tarjetas para que puedan aprender a reconocerlas e identificarlas (también se pueden comprar). Con este alfabeto emocional se contribuye a que todos reflexionen sobre sus propias emociones, identificando las que sienten para después comprender por qué y cómo pueden manejarse de modo saludable. Fomentar el autocontrol y la empatía, hablar de cómo nos sentimos cada uno de nosotros en diferentes situaciones. Introducir la calma a través de la relajación y la respiración. Animar a practicar la escritura de un sencillo diario emocional con sus dibujos…y muy especialmente celebrar los momentos felices de cada miembro de la familia; abrazar para que se sientan todos los miembros de la familia ESCUCHADOS y ACOMPAÑADOS.
Os animo a buscar esos momentos de calidad y de convivencia con vuestros hijos en la semana, por la tarde o durante la cena, antes de acostarse, en ese rato de juego o de lectura, etc., porque son prioritarios y a los adultos nos proporcionan una sensación de bienestar y de estar conectados con una de las cosas más importantes de nuestras vidas…Es la mejor inversión emocional y ellos lo podrán recordar cuando sean más mayores: el tiempo compartido con su familia, lo que antes se llamaba el calor del hogar, o el círculo de protección según alguno de nosotros.
Javier Rodríguez Toro
Director del Colegio Gondomar