Javier Rodríguez Toro
Acompañar el Alfabeto Emocional
Como ya os hemos informado el Colegio está participando en el proyecto de Educación Responsable de la Fundación Botín, que durará tres años, y durante los cuales los profesores recibiremos formación sobre el desarrollo emocional, social y creativo. Se trata de potenciar el desarrollo integral del alumno/a, fortalecer el vínculo docente con los alumnos/as, favorecer el bienestar y cuidado del profesor y promover la mejora del clima de convivencia en la comunidad educativa. Promover y formar en este tipo de cuestiones, según distintas investigaciones longitudinales de algunas Universidades, contribuye a mejorar el clima escolar, la salud y el rendimiento académico de los alumnos/as. Las personas que hemos participado desde el mes de septiembre en el curso de formación estamos ilusionados porque nos ayuda a mejorar en el día a día, ampliar nuestra mirada y nuestra capacitación profesional, así como brindarnos la oportunidad de ACOMPAÑAR mejor a nuestros alumnos/as, ofreciéndoles las mejores herramientas para que puedan sentirse más autorrealizados en su trayectoria vital.
Si miramos a nuestro alrededor, en la sociedad, en la política, en los medios de comunicación, las redes sociales, el fútbol, en los barrios, las comunidades de vecinos, en los trabajos, etc., podemos percibir cierta crispación, falta de autocontrol, una latente agresividad en las declaraciones de nuestros representantes, un auge de nacionalismos reduccionistas, casos de corrupción en distintas instancias, etc. Parece que nos olvidamos de los principios universales, de la ética, del valor de pedir perdón y aprender de los errores, de respetar las diferencias, respetando otras percepciones u otras formas de sentir y pensar. ¿Dónde se quedó el sentido común que permitió construir puentes, pactos y acuerdos? El liderazgo en las organizaciones quizás debería construirse con dotes de negociación, con empatía y mirando al bien común frente al bien individual. Me pregunto: ¿estamos a tiempo para educar en valores y buenas actitudes desde la familia y la escuela? Creo que ¡SÍ!
A nivel mundial hemos avanzado, respecto al siglo XX, en el reconocimiento de derechos humanos y libertades a pesar de los últimos conflictos tan dolorosos en países cercanos. Por ejemplo, en el ámbito de la educación, echando la mirada atrás, en las últimas décadas hemos comprendido la necesidad de atender lo mejor posible la diversidad, superando los modelos pedagógicos postindustriales que todavía persisten y que indirectamente han buscado una homogeneidad con una digitalización más exclusiva que inclusiva, conducida por un mercado y por las modas más que por evidencias científicas de la neurociencia. Los tiempos que corren nos exigen ampliar nuestra mirada, personalizar la enseñanza y reconocer que cada alumno tiene unas necesidades y un talento a desarrollar. Otro progreso en nuestro contexto sería el avance en el aprendizaje de los idiomas, tanto a nivel oral como escrito, lo que implica la posibilidad de que un número significativo de los alumnos/as sean capaces de obtener el diploma dual americano, estudiar sus grados universitarios en inglés e incluso hacer postgrados fuera de España.
Si estamos en un contexto de cambio e incertidumbre constante, ¿no deberíamos desde la familia y la escuela avanzar en la enseñanza del alfabeto emocional? La ciencia actual nos demuestra que la autorrealización y la felicidad dependen más de la inteligencia emocional de las personas que de su inteligencia aptitudinal. Por tal motivo, las personas necesitan construirse desde unos pilares sólidos como son las familias, las escuelas y los amigos, desde donde se construyen los afectos y se descubren esos límites que dan seguridad y autocontrol.
La comunicación, el reconocimiento y la gestión de nuestras emociones son habilidades fundamentales para la salud y el bienestar personal y colectivo. Desde la familia se pueden hacer muchas cosas: contribuir a fomentar un ambiente donde todos sus miembros se sientan libres para expresar emociones y sentimientos sin miedo a ser juzgados. Se pueden practicar rituales de gratitud dentro de ella: contar algo por lo que estemos agradecidos a los demás; dar las gracias en diferentes contextos; acompañar en situaciones de bloqueo sin juzgar; establecer entre todos unas rutinas diarias y normas de convivencia para generar seguridad y escribirlas en un lugar visible; hablar de las emociones y sentimientos que experimentan los personajes de un cuento o una peli; introducir un sencillo alfabeto emocional donde cada letra representa una emoción o crear nuestras propias tarjetas para que puedan aprender a reconocerlas e identificarlas (también se pueden comprar). Con este alfabeto emocional se contribuye a que todos reflexionen sobre sus propias emociones, identificando las que sienten para después comprender por qué y cómo pueden manejarse de modo saludable. Fomentar el autocontrol y la empatía, hablar de cómo nos sentimos cada uno de nosotros en diferentes situaciones. Introducir la calma a través de la relajación y la respiración. Animar a practicar la escritura de un sencillo diario emocional con sus dibujos…y muy especialmente celebrar los momentos felices de cada miembro de la familia; abrazar para que se sientan todos los miembros de la familia ESCUCHADOS y ACOMPAÑADOS.
Os animo a buscar esos momentos de calidad y de convivencia con vuestros hijos en la semana, por la tarde o durante la cena, antes de acostarse, en ese rato de juego o de lectura, etc., porque son prioritarios y a los adultos nos proporcionan una sensación de bienestar y de estar conectados con una de las cosas más importantes de nuestras vidas…Es la mejor inversión emocional y ellos lo podrán recordar cuando sean más mayores: el tiempo compartido con su familia, lo que antes se llamaba el calor del hogar, o el círculo de protección según alguno de nosotros.
Javier Rodríguez Toro
Director del Colegio Gondomar
Volver
Este es el título de una canción de Carlos Gardel, y de una versión interpretada magistralmente por Estrella Morente. También es el título de una película española muy galardonada. Pero, ¿qué verbo o sinónimo podríamos utilizar para hablar de la vuelta al cole: cambiar, transformar, mudar, convertir, renovar, regresar, retornar? ¿Qué sienten los niños, los adolescentes, los padres, los profesores, los maestros, cuando llega septiembre: alegría, pereza, ilusión, nerviosismo, incertidumbre?
Los adultos (profesores y padres) probablemente queremos lo mismo, que sea un año cargado de sueños, sonrisas, descubrimientos, aprendizajes, juegos, nuevas amistades, aventuras, preguntas, retos, rutinas, etc. En el cole cada día podemos tener una oportunidad para aprender e ir descubriendo poco a poco cuál es el talento de nuestros alumnos/as: los idiomas, las “mates”, la oratoria, el arte, la escritura, la lectura, la historia, la química, la economía, el deporte, la música, etc.
Las rutinas en sí mismas no son negativas, lo importante son cómo las afrontamos, su ritmo y la autoexigencia que establezcamos con ellas. Pueden amortiguar el estrés, la higiene del sueño, armonizar el estado emocional, facilitar el aprendizaje, proteger nuestra salud física y mental, las relaciones con los demás y lidiar contra la incertidumbre. La vida se construye de lo que ocurre cada día y no de lo que pasa excepcionalmente y al azar.
El filósofo y maestro Emilio Lledó dice que la educación no trata sólo de adquirir conocimientos, sino también de inculcar valores que guíen a los estudiantes en su vida. Los Colegios debemos promover la integridad, la empatía y el respeto, para que los alumnos/as no sean sólo exitosos académicamente sino también éticamente responsables. Debemos cultivar un ambiente de aprendizaje positivo y enriquecedor, donde nuestros chicos se sientan seguros para expresar sus ideas y poder aprender de sus errores. Cada uno tiene un camino único y nuestra responsabilidad es brindarles las herramientas, el apoyo necesario y el acompañamiento para que alcancen sus metas.
Hay un poema de Gabriel Celaya sobre el valor de la educación y que nos devuelve la belleza y la confianza en este quehacer maravilloso:
“Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca…
Hay que medir, pensar, equilibrar…
y poner todo en marcha.
Pero para eso.
Uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino…
un poco de pirata…
un poco de poeta
y un kilo y medio de paciencia concentrada…
Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño,
irá muy lejos por el agua…”
Os deseo un feliz curso cargado de salud, alegría, serenidad y también de muchos descubrimientos en la travesía.
Volver, Pensar, Sentir, Hacer.
D. Javier Rodríguez Toro
Director del Centro
Pedagogía de la Alegría y la Felicidad
La RAE afirma que la alegría es un sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores, mientras que la ciencia nos habla de una emoción básica de los seres humanos que se produce en nuestro interior aportando una sensación de bienestar y energía positiva a nivel físico y espiritual. El viernes 14 de junio por la tarde, celebramos el festival de fin de curso con nuestros alumnos/as de Infantil y Primaria y pudimos experimentar el valor de la alegría. Las coreografías y las canciones de diferentes musicales populares nos hicieron vibrar, reír y celebrar el cierre del curso de la mejor manera posible, sintiendo que formamos parte de una experiencia común y compartida, y donde cada uno ha puesto lo mejor de sí mismo para su clase.
La alegría no forma parte del curriculum oficial; pero, ¿qué sería de un proyecto educativo o un colegio que no la tuviera presente en su ideario o pedagogía diaria? ¿O de una familia que no viviera esta sensación de bienestar? Esta emoción es trascendental, contagiosa, energética, enriquece la autorrealización, el optimismo, el clima escolar, la creatividad al ayudarnos a encontrar distintas soluciones ante diferentes problemas y curiosamente a largo plazo asegura la eficacia académica.
Dicen que los niños están sanos si tienden a la alegría, al juego y a la risa, ¿quizás nos ocurre lo mismo a los adultos? El filósofo Platón nos descubre que la alegría radica en el crecimiento personal y que es fruto de la satisfacción conseguida a través de pequeños logros.
La alegría es esa emoción pasajera que se produce en un momento determinado, y la vida nos va a ir demostrando que no se puede estar alegres siempre, ya que las emociones cambian y mutan al igual que las circunstancias; por lo tanto, no estaría mal prepararse para esta incertidumbre.
Es curioso porque la felicidad es más permanente y nos aporta una satisfacción más continuada en el tiempo, es un estado que podemos obtener incluso sintiendo emociones desagradables, ya que va más allá de la alegría. Se puede ser feliz sabiendo que hay días en los que vamos a estar alegres y otros, no tanto. El filósofo Immanuel Kant afirmaba que la felicidad más que un deseo, alegría o elección, es un deber. No depende de los demás, sino de uno mismo, de nuestro comportamiento, actitud y carácter.
Desde la escuela podemos escribir y dibujar los senderos de la alegría y de la felicidad, convertir el obstáculo en oportunidad, la tristeza en dicha, y la rutina y el tedio en creatividad. Podemos crear esperanza entre los que se sienten rechazados, mejorar su autoestima, reír, respirar, enseñar a los alumnos a apreciar las cosas buenas que tienen, en lugar de lamentarse por las que no poseen, incentivarles en la búsqueda de la belleza como actividad compensatoria o simplemente placentera. Enseñarles a pensar y dudar, y a encontrar el sentido de su existencia, en definitiva, podemos crear actitud, hábito y celebrar la vida con alegría con personas que están creciendo y con las que compartimos tantas horas al día. Reconozcamos la pedagogía de lo amable y de la felicidad en nuestros proyectos, como salvaguarda de la salud física, mental y espiritual de todos.
La brisa del mar, los juegos en la playa, los baños en la piscina, los paseos, la recuperación de la siesta, el descubrimiento de la montaña, el deporte, la lectura, los helados, los chiringuitos, todo el tiempo de ocio y de descanso nos devuelven la calma y el ritmo de la naturaleza. Nuestros sentidos se agudizan, nuestra mente se oxigena y se desacelera ese frenético ritmo vital: la prisa.
Todos somos merecedores de un descanso y de sentir la alegría y la felicidad a nuestro alrededor.
¡Felices vacaciones!
D. Javier Rodríguez Toro
Director del Centro
El poder curativo del lenguaje
Recuerdo las palabras sanadoras de una maestra que, a través de su lenguaje, sus silencios, el tono de su voz, sus pausas, gestos, serenidad y elocuencia, era capaz de calmarnos o relajarnos ante un conflicto en el aula o en el patio y como por arte de magia sin gritar, sin alterarse, y utilizando las palabras justas devolvernos al redil, a la calma. En otros momentos nos permitía viajar en el tiempo y descubrir los conflictos, las crisis, las guerras y las preocupaciones de otros pueblos de la historia; o bien creaba una atmósfera para hacernos sentir la belleza de un poema, de una simple palabra y su significado…
Las palabras son una herramienta que se utiliza para construir o destruir, para seducir o distanciarnos, para crear belleza o fealdad, para acariciar o crear indiferencia. Cuando usamos el lenguaje importa tanto lo que decimos como lo que hacemos al hacer su uso: la entonación, el gesto, la mirada, las pausas, la comunicación no verbal, nuestra posición en el espacio, nuestra perspectiva.
A partir de las palabras escuchadas, elaboramos en el tiempo nuestras creencias construyendo emociones, sentimientos y un modo de pensar. Existen sonidos o vibraciones que nos relajan, por ejemplo, aquellas que parten de la naturaleza como el sonido del agua o el trinar de unos pájaros. Pero también la de un instrumento de cuerda, como el hermoso chelo. La palabra tiene un doble valor. Por un lado, nos aporta información y permite comunicación; por otro, tiene un poder terapéutico, porque puede generar empatía, comprensión y despertar en los demás la voluntad de cambio.
El lenguaje nos permite a nosotros mismos y a los demás sentirnos bien a nivel físico, social y personal. Podríamos hacernos las siguientes preguntas: ¿qué palabras utilizamos en el trabajo, en casa o con los amigos?, ¿todas hacen crecer y avanzar a los demás, son inspiradoras?, ¿cuáles crean sentimientos de culpabilidad o alimentan el miedo?, ¿enseñamos a pedir perdón y a dar las gracias?, ¿somos elegantes o vulgares al hablar?, ¿nos preocupamos por mejorar nuestro lenguaje con la lectura y escuchando a los demás? Una crítica constructiva te puede ayudar a sentirte bien, a avanzar; pero unas palabras negativas o inquisidoras pueden anclarte en la negatividad o la desmotivación.
El filósofo Michael Onfray afirma que en el lenguaje encontramos la definición auténtica de la humanidad del hombre y con él la posibilidad de defender valores morales, espirituales, religiosos, políticos, estéticos, filosóficos, la distinción del bien y del mal, lo bello de lo feo. Eso solo ocurre en el cerebro humano. El lenguaje es la facultad que nos aleja de la bestia, del determinismo biológico para abrazar la cultura y la humanidad.
La profesora de Ciencia Cognitiva, Lera Boroditsky, estudia las relaciones que existen entre nuestra mente, el mundo y el lenguaje. Según ella, las palabras están conectadas a recuerdos, emociones e ideas y pueden influir mucho en el funcionamiento de nuestro cuerpo. Un ejemplo de ello, según la investigadora, es el medicamento más potente que conocemos: el placebo, que tiene efectos sobre cualquier enfermedad. Si nos dicen que ese medicamento va a influir positivamente en nuestro cuerpo, empezaremos a encontrarnos mejor, y ello es una muestra del poder del lenguaje. Por otro lado, cada lengua tiene unas características, estructuras y palabras que influyen en la percepción del mundo, cada idioma tiene una forma de relacionar el espacio y el tiempo.
Ludwig Wittgenstein afirmaba que los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro mundo, de nuestro pensamiento. Si nuestro lenguaje es pobre y limitado la descodificación de la realidad será más parcial; sin embargo, si nuestro lenguaje es rico y saludable podremos comprender mejor nuestras emociones, sentimientos, expresar mejor nuestros pensamientos y comunicarnos de un modo más eficiente con los demás y superar distintos obstáculos. Asimismo, el Dr. Alonso Puig afirma también que la forma de hablarnos a nosotros mismos (lenguaje interior) afecta tremendamente a nuestra manera de relacionarnos con el mundo…
La pregunta que nos podríamos hacer sería ¿queremos construir espacios de serenidad y calma con nuestras palabras? ¿buscar la belleza, la reflexión, la armonía, la gentileza, la precisión, el ánimo, la curiosidad, lo cultural y lo humano? El poder curativo del lenguaje está en nuestras manos y tiene efectos secundarios beneficiosos en nuestra salud. Deberíamos animarnos a incluirlo en nuestras rutinas, en nuestra dieta porque nuestra vida cambiará y también la de los demás.
Don Javier Rodríguez Toro
Director del Colegio Gondomar
¡ Bienvenidos al nuevo Curso 23-24 !
Bienvenida querida Comunidad Educativa al curso 2023/ 2024:
Después de disfrutar del verano con la familia y los amigos y haber tomado oxígeno, desconectando de los horarios, las tareas o preocupaciones, volvemos a nuestras rutinas, al quehacer diario, a las aulas, a los despertadores, a los deberes, a los juegos, a los proyectos, etc.
Cuando llega septiembre padres, profesores, alumnos nos hacemos preguntas tales como ¿les servirá el uniforme?, ¿habrán madurado durante el verano?, ¿quién será mi compañero/a?, ¿qué recordarán del curso pasado?, etc. La profesión de maestro o profesor es una de las más bonitas del mundo, porque nos permite dejar huella en las personas, transformar realidades o necesidades, inspirar, crear seguridad, confianza, porque siempre nuestras expectativas pueden ayudar a crecer y a mejorar y a que saquen lo mejor de sí mismos.
Trabajamos por ser un Colegio inclusivo al esforzamos a diario por atender la diversidad de un modo personalizado y porque creemos que es la mejor forma de ayudar a cada alumno para sacar lo mejor de sí mismo (la excelencia). Este trabajo sólo es posible en un clima cordial, tranquilo, sereno y organizado donde cada alumno/a se sienta valorado, apoyado y donde los encuentros entre las personas sean de calidad en un entorno creativo, estimulante y motivador.
Por otro lado, sabemos que los padres y los profesores tenemos muchas cosas en común, por ejemplo, sabemos que la calidad más que la cantidad de los encuentros con los hijos/as y los alumnos/as mejora nuestras relaciones, así como el tiempo compartido, que nos ayuda a conocerlos mejor y a acompañarlos durante su viaje vital. Nuestras vivencias y experiencias más que lo que decimos se constituyen en aprendizajes, la coherencia, los valores, la amabilidad, la empatía, la gestión y expresión emocional, el pensamiento, los modales en la mesa, el optimismo, el valor de la cultura, la lectura, las audiciones musicales, el pensamiento crítico, los actos solidarios. En realidad, cuando entre la familia y el colegio miramos en la misma dirección y refrendamos la autoridad de los demás resulta más eficiente ayudar a construir buenas personas y buenos ciudadanos. Para ayudarles a ser felices los niños/as tendrán que desarrollar sus talentos, fortalezas y procurar vivir una vida repleta de valores, focalizando la felicidad hacia su interior y no tanto hacia el exterior y las cosas materiales, es una cuestión de actitud y de cómo interpreten el mundo y se relacionen con él.
Este curso tenemos planificado numerosos proyectos que creemos que despiertan la curiosidad, la alegría, el descubrimiento científico, la innovación pedagógica, la cultura, las actividades solidarias, la convivencia con las familias, la mejora del entorno, las relaciones con la comunidad y el entorno universitario.
Para nosotros: APRENDER es CREAR; CREAR es INNOVAR; INNOVAR es CRECER; CRECER es APRENDER.
D. Javier Rodríguez Toro
Director del Colegio Gondomar