Para muchos un año difícil acaba de terminar y, aun así, casi siempre lo intentamos despedir, si podemos, con nuestros seres queridos como marca la tradición. La mayoría deseamos que la salud, la fortuna y el trabajo discurran sin muchos accidentes durante esos doce meses y que globalmente la paz sea el decorado principal de los pueblos; pero todos sabemos que ninguna profecía o décimo de lotería son algo seguro. Por otro lado, el sentido común y la prudencia nos orientan a ser agradecidos (aunque no sea habitual dejarnos llevar por ellos) simplemente por el hecho de estar aquí, por haber nacido en nuestra tierra, con esa familia que nos tocó, que nos dio la vida, acompañó y nos regaló ejemplos de amor incondicional y también de gratitud.
Cicerón decía que la gratitud es la más grande de las virtudes y la madre de todas las demás. Asimismo, el filósofo español Javier Gomá habla de Lucio Anneo Séneca para recordarnos el valor que se produce entre el que da y el que recibe, la complicidad, porque también es importante no olvidar y no caer en la deuda moral de la ingratitud. Para el filósofo estoico la capacidad de dar es parte esencial de lo que nos hace humanos; y en el caso de que el dar se lleve a cabo con el espíritu adecuado puede incluso acercarnos a lo divino. Lo principal es el impulso de la generosidad, hacer las cosas por pura “bondad” o de corazón. Las almas bellas, dice que, son las que siempre expresan agradecimiento, a pesar de las adversidades que puedan sufrir y simplemente se asombran del mero hecho de existir. Se sienten afortunadas por ello, como si fuera un don la existencia misma. Sin la razón humana y la societas nos sería difícil sobrevivir en este mundo.
En la actualidad, diferentes psicólogos de EE. UU. y Europa afirmaron que se observaba tras sus investigaciones que los que practicaban la gratitud con frecuencia y eran generosos habían creado unas herramientas para combatir las emociones tóxicas como la envidia, o la frustración y que además a largo plazo disfrutaban de un mayor grado de bienestar físico y emocional. Los trabajos de Seligman y Peterson hablaron de la gratitud como una fortaleza que permite manifestar la virtud de trascendencia, es decir, la conexión que tenemos con la naturaleza y el universo y que da sentido a nuestra existencia. ¿Qué nos diferenciaría de otras especies si no existiera la educación, la cultura, el lenguaje, el amor, el agradecimiento?
Estamos en una sociedad marcada por la prisa y el culto a la inmediatez; por ello debemos aprender desde pequeños a dar las gracias a todos los que nos rodean, a la naturaleza, a ser agradecidos con un compañero, con un vecino, con nuestros padres, abuelos, profesores; al hecho de estar aquí y poder contemplar un amanecer o disfrutar de un viaje y de tener un plato caliente en la mesa todos los días. Todo esto nos ayudará a superar los problemas y las circunstancias adversas de la vida, a ser más resilientes y humanos. La práctica de la gratitud es la que más contribuye a nuestra felicidad personal y a nuestra salud mental. Transforma nuestras vidas y la de aquellos que nos rodean.
Gracias por dedicar un tiempo a la lectura de este artículo y valorar la importancia de promover el impulso de dar a los demás, ya que creo que constituye el fundamento mismo de la sociedad y humanidad.
D. Javier Rodríguez Toro
Director del Colegio Gondomar