Menú de Día o de Noche
“Somos lo que comemos” (Ludwig Feuerbach)
La evolución nos convirtió en seres omnívoros, mamíferos, racionales, sociales, éticos, pero también en creadores de arte, cultura, gastronomía, ciencia y tecnología. Nuestra inteligencia lingüística, nuestro metalenguaje, y la palabra ayudaron a crear conciencia, logos y sociabilidad. Los progresos en neurociencia nos han descubierto que la razón y la emoción van de la mano, que son inclusivos y que el amor, la bondad, el perdón y la empatía se constituyen en la energía más poderosa que nos mejora y transforma, devolviéndonos más humanidad y salud mental para nosotros y todos los que nos rodean.
Y hablando de nutrientes no solo deberíamos buscar los que sacian nuestra sed o hambre corporal, también aquellos alimentos que son importantes para un equilibrio homeostático y que nutren nuestra mente y/o nuestra alma. Por tal motivo, la Música y la Filosofía deberían estar presentes en nuestros almuerzos, comidas o cenas; en nuestras sobremesas, tertulias, momentos de trabajo, ocio, creatividad, creación, afectividad, etc.
La Música y la Filosofía alimentan nuestros sentidos, nuestras emociones y sentimientos, nuestra mente. Con ellas podemos encontrar el consuelo ante el dolor, podemos inspirarnos, enamorarnos y embriagarnos de belleza y serenidad. Ambas disciplinas son elegidas para reafirmar nuestro estado de ánimo, nuestra relación con el mundo; para subrayar un sentimiento, una experiencia, una idea, algo que nos está ocurriendo y que nos ayuda a descodificar el mundo, porque se constituyen en un lenguaje universal.
¿Quién se atreve a decir que no les gusta? Ambas disciplinas requieren un trabajo previo, una lectura, una escucha, un estudio y una Actitud. Alguien dijo que la filosofía es música y la música es filosofía. Schopenhauer afirmaba que la música y la filosofía no solo se sienten, sino que también se comprenden.
Todos de niños somos curiosos, hacemos preguntas y damos respuestas creativas a problemas diferentes. Somos un poco filósofos. Del mismo modo podemos afirmar que la musicalidad es una facultad que también poseemos cada uno de nosotros. El cerebro es un gran instrumento musical, orgánico y rítmico. El filósofo Platón decía que la música y el ritmo se abren camino hasta los lugares más recónditos del alma. Todos podemos asociar una canción o melodía a un momento importante de nuestra vida. Cuando perdemos la memoria, la música puede convertirse en ese nutriente que nos permita seguir recordando quiénes somos o quiénes fuimos.
Con la mayor periodicidad posible y en distintos formatos y/o plataformas os iremos ofreciendo un menú filosófico y musical que no os va a dejar indiferentes. Un complemento nutricional para vuestra dieta sin efectos secundarios. Los sentidos como el gusto, el olfato, el tacto y la vista serán bombardeados por estos estímulos y disciplinas, pero también vuestras percepciones y conexiones sinápticas, independientemente de vuestra edad y momento vital en el que os encontréis.
D. Javier Rodríguez Toro
Director del Colegio Gondomar