El poder curativo del lenguaje
Recuerdo las palabras sanadoras de una maestra que, a través de su lenguaje, sus silencios, el tono de su voz, sus pausas, gestos, serenidad y elocuencia, era capaz de calmarnos o relajarnos ante un conflicto en el aula o en el patio y como por arte de magia sin gritar, sin alterarse, y utilizando las palabras justas devolvernos al redil, a la calma. En otros momentos nos permitía viajar en el tiempo y descubrir los conflictos, las crisis, las guerras y las preocupaciones de otros pueblos de la historia; o bien creaba una atmósfera para hacernos sentir la belleza de un poema, de una simple palabra y su significado…
Las palabras son una herramienta que se utiliza para construir o destruir, para seducir o distanciarnos, para crear belleza o fealdad, para acariciar o crear indiferencia. Cuando usamos el lenguaje importa tanto lo que decimos como lo que hacemos al hacer su uso: la entonación, el gesto, la mirada, las pausas, la comunicación no verbal, nuestra posición en el espacio, nuestra perspectiva.
A partir de las palabras escuchadas, elaboramos en el tiempo nuestras creencias construyendo emociones, sentimientos y un modo de pensar. Existen sonidos o vibraciones que nos relajan, por ejemplo, aquellas que parten de la naturaleza como el sonido del agua o el trinar de unos pájaros. Pero también la de un instrumento de cuerda, como el hermoso chelo. La palabra tiene un doble valor. Por un lado, nos aporta información y permite comunicación; por otro, tiene un poder terapéutico, porque puede generar empatía, comprensión y despertar en los demás la voluntad de cambio.
El lenguaje nos permite a nosotros mismos y a los demás sentirnos bien a nivel físico, social y personal. Podríamos hacernos las siguientes preguntas: ¿qué palabras utilizamos en el trabajo, en casa o con los amigos?, ¿todas hacen crecer y avanzar a los demás, son inspiradoras?, ¿cuáles crean sentimientos de culpabilidad o alimentan el miedo?, ¿enseñamos a pedir perdón y a dar las gracias?, ¿somos elegantes o vulgares al hablar?, ¿nos preocupamos por mejorar nuestro lenguaje con la lectura y escuchando a los demás? Una crítica constructiva te puede ayudar a sentirte bien, a avanzar; pero unas palabras negativas o inquisidoras pueden anclarte en la negatividad o la desmotivación.
El filósofo Michael Onfray afirma que en el lenguaje encontramos la definición auténtica de la humanidad del hombre y con él la posibilidad de defender valores morales, espirituales, religiosos, políticos, estéticos, filosóficos, la distinción del bien y del mal, lo bello de lo feo. Eso solo ocurre en el cerebro humano. El lenguaje es la facultad que nos aleja de la bestia, del determinismo biológico para abrazar la cultura y la humanidad.
La profesora de Ciencia Cognitiva, Lera Boroditsky, estudia las relaciones que existen entre nuestra mente, el mundo y el lenguaje. Según ella, las palabras están conectadas a recuerdos, emociones e ideas y pueden influir mucho en el funcionamiento de nuestro cuerpo. Un ejemplo de ello, según la investigadora, es el medicamento más potente que conocemos: el placebo, que tiene efectos sobre cualquier enfermedad. Si nos dicen que ese medicamento va a influir positivamente en nuestro cuerpo, empezaremos a encontrarnos mejor, y ello es una muestra del poder del lenguaje. Por otro lado, cada lengua tiene unas características, estructuras y palabras que influyen en la percepción del mundo, cada idioma tiene una forma de relacionar el espacio y el tiempo.
Ludwig Wittgenstein afirmaba que los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro mundo, de nuestro pensamiento. Si nuestro lenguaje es pobre y limitado la descodificación de la realidad será más parcial; sin embargo, si nuestro lenguaje es rico y saludable podremos comprender mejor nuestras emociones, sentimientos, expresar mejor nuestros pensamientos y comunicarnos de un modo más eficiente con los demás y superar distintos obstáculos. Asimismo, el Dr. Alonso Puig afirma también que la forma de hablarnos a nosotros mismos (lenguaje interior) afecta tremendamente a nuestra manera de relacionarnos con el mundo…
La pregunta que nos podríamos hacer sería ¿queremos construir espacios de serenidad y calma con nuestras palabras? ¿buscar la belleza, la reflexión, la armonía, la gentileza, la precisión, el ánimo, la curiosidad, lo cultural y lo humano? El poder curativo del lenguaje está en nuestras manos y tiene efectos secundarios beneficiosos en nuestra salud. Deberíamos animarnos a incluirlo en nuestras rutinas, en nuestra dieta porque nuestra vida cambiará y también la de los demás.
Don Javier Rodríguez Toro
Director del Colegio Gondomar