06 Nov 2015

Noche de miedo en el Colegio

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Un año más, los alumnos del Colegio Gondomar se han reunido para celebrar de una manera particular la noche de Halloween. Primero, porque se llevó a cabo unos días después de tan señalada fecha; en segundo lugar, porque fueron los propios alumnos del Centro los que organizaron esta ya tradicional velada. Y por último, aunque no por ello menos importante, porque esta actividad está destinada a recaudar fondos para el viaje de fin de curso del alumnado de 1º de Bachillerato.
Después de semanas intensas de preparación, contando con la complicidad de algunos profesores de secundaria y bachillerato, y con absoluta discreción, los citados alumnos fueron preparando los diversos escenarios para el esperado pasaje del terror. Aulas, pasillos, columpios y jardines se convirtieron, por unas horas, en los tétricos escenarios recreando un maléfico orfanato donde fueron asesinados varios inocentes niños. La misión de los alumnos de secundaria: averiguar al causante de tan horrendos crímenes.
Mientras los mayores ultimaban sus disfraces, los alumnos de secundaria disfrutaban de la merienda, entre algún que otro susto y algún que otro chillido. La hora de la verdad se aproximaba y ya el tránsito hacia la sala de cine-forum supuso un primer acercamiento a lo que el siniestro destino les deparaba… La intensidad de los gritos iba en aumento…
Muchos de los allí presentes desearon entonces que la película no llegase nunca al final. Pero, como casi todo en la vida, todo principio… Los corazones de los allí presentes empezaron a latir con una inusitada rapidez; los nervios comenzaron a hacer acto de presencia y la tensión se adueñó de la situación. Los primeros valientes salieron en pos de lo desconocido con el alma en vilo, el corazón palpitando y los nervios a flor de piel… El pasaje del terror comenzaba para ellos. ¿Sobrevivirían?
Acompañados por dos guías, recorrieron, unas veces acurrucados entre sí, otras a velocidades insospechadas, las diferentes paradas, a cual más terrorífica. Si miedo daban las temidas bellotas; pavor producía el hombre de la máscara. Si pánico causaban los enterradores; espanto las desquiciadas niñas cantarinas. Si habían logrado sobrevivir al exorcismo; tuvieron que hacer acopio de valor para no desfallecer en la sala de curas…
Si el pánico se hizo palpable con las gemelas de la pelota… la más absoluta de las angustias se apoderó de ellos con la niña asesinada de la ludoteca.
En el silencio de la noche, amparados por la más absoluta oscuridad, los gritos ensordecedores se empezaron a adueñar de la situación… ¡Gritos, sollozos, súplicas, gritos, chillidos ensordecedores, carreras, paradas y más gritos!
Solo los más valientes se atrevieron a vivir cada una de las pruebas como si realmente la historia fuese real.
Cuando ya vislumbran el final, con el miedo impregnado en el cuerpo y la tibia esperanza de alcanzar la salvación intentando aflorar, la sala donde se escondían los asesinos les esperaba. Quienes de allí lograban escapar, se dirigían raudos y veloces al comedor, no sin antes esquivar el último intento de algún maléfico personaje en busca de prisioneros, donde les esperaban agazapados, sanos y salvos, el resto de sus compañeros.
Una vez encendidas las luces, participantes, profesores y organizadores, comentamos, entre risas y anécdotas, las diferentes vicisitudes de la velada. Al fin y al cabo, es hermosa la sensación de que lo vivido había sido un juego. Ojalá todas nuestras noches de terror acabasen siempre entre miradas cómplices y sonrisas afectuosas.

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